La respuesta es: según. En primer lugar, depende de la época de floración, aunque siempre hay excepciones. Pero, además, debe hacerse de una manera determinada
Por regla general, los arbustos que florecen en primavera se podan una vez que ha concluido la floración. Los arbustos que florecen en verano y otoño no se podan hasta finales del invierno, cuando ha pasado el riesgo de heladas, justo antes de la brotada primaveral en el caso de los caducifolios. Pero no se puede generalizar al extremo, ya que siempre hay casos particulares. Lo ideal sería llevar un calendario de poda donde consten los requerimientos de cada especie.
Los arbustos que dan flor en primavera se podan entre abril y junio, cuando ha concluido la floración. Los que florecen en verano, a finales del invierno.
Hay plantas que no necesitan poda y se pueden dejar crecer libremente (rododendros y madroños, por ejemplo). Pero incluso en ese caso es recomendable eliminar las ramas muertas, rotas o enfermas, los tocones secos, los chupones y los rebrotes del pie del arbusto que sean débiles o estén mal situados. Podar las ramas débiles, cruzadas, deformadas, mal orientadas o que enmarañan el arbusto, favorecerá una mayor circulación del aire y exposición a la luz, y una forma más armónica.
También conviene recortar las flores muertas o la parte de la rama que haya dado flor para impedir la formación de frutos y semillas indeseados, que restan vigor al ejemplar.
PODA DE LOS ARBUSTOS DE FLORACIÓN PRIMAVERAL
Cuando han dejado de dar flor, es decir, entre abril y junio: este es el momento de podar los arbustos de floración primaveral o que marcan botón floral de un año para el otro, como los lilos, forsitias, retamas, kerrias, mahonias, celindas, groselleros de flor, viburnos, mimosas, camelias, ceanothus… La planta debe contar con tiempo para producir nuevas ramas con las yemas que se abrirán la próxima primavera. En invierno solo hay que quitar las ramillas muertas o dañadas, pero nunca podar a fondo, pues se eliminarían los puntos de formación de flores que se han generado el año anterior.
En el caso de las aromáticas (lavanda, romero, cantueso, salvia) se deben cortar las espigas marchitas, y parte de los tallos en verano para conservar un porte compacto.
Respecto a las excepciones, los arbustos que dan bayas, como el membrillero del Japón (Chaenomeles speciosa), pyracanthas, cotoneáster, acebos, durillos (Viburnum tinus), no se podan, ya que perderían sus decorativos frutos, excepto si se busca darles forma. Esta característica se debe tener en cuenta en el caso de que estas especies formen setos.
La mayoría de los setos floridos se podan en primavera ya que florecen sobre madera vieja. Así pues, la poda debe regirse por las normas generales de la época de floración.
PODA DE LOS ARBUSTOS DE FLORACIÓN ESTIVAL
En algunos casos, como los de las budleyas y lantanas, una poda drástica servirá para rejuvenecer la planta y evitar que se lignifique demasiado. Hay otras especies de floración estival que, por el contrario, solo requieren una poda de formación, como la kalmia, el callistemon, la Magnolia x soulangiana…
Las adelfas son un caso especial: no es necesario podarlas, si acaso cada dos o tres años para limitar su crecimiento, pero en este caso al final de la floración principal del verano, nunca a finales del invierno. Florecen sobre las ramas del año anterior.
En cuanto a los hibiscus: una vez que la rosa de China ha alcanzado el tamaño y la forma deseados, es necesario eliminar casi todos los brotes del año a comienzos del invierno para obtener más y mejores flores; florece desde la primavera al otoño. La rosa de Siria, en cambio, se poda a finales del invierno.
Cada cuatro a cinco años, para rejuvenecerlos y mantener una forma armónica, convendrá someter a algunos arbustos a una poda drástica antes de la llegada de la primavera incluso a costa de perder la floración.
PODA DE LOS ARBUSTOS DE FLORACIÓN INVERNAL
Los que florecen durante el invierno y la primavera temprana, como el jazmín de invierno (Jasminum nudiflorum), la Forsythia intermedia y la skimmia, deben podarse en primavera en caso de que lo necesitaran, cuando ya han perdido las flores. Las yemas florales se forman en verano.
PODA DE LAS TREPADORAS
En líneas generales solo necesitan una poda de limpieza a finales del invierno o comienzos de la primavera, para eliminar la madera vieja y darles forma si han crecido demasiado. En algunas especies convendrá cada tres o cuatro años una poda de aclarado que despeje las zonas muy densas de vegetación (pasionarias, jazmines). Pero hay trepadoras con exigencias especiales:
• La bignonia (Campsis sp.) precisa una poda enérgica a finales del invierno, que deje las ramas laterales del año anterior de 15 a 20 centímetros.
• La glicinia (Wisteria sp.) debe ser podada en febrero. Se deben distinguir los ramos cortos, o brindillas coronadas, para no tocarlos: se hallan en las ramas más lignificadas y llevan las yemas de flor en las puntas. Solo hay que podar las ramas largas, de varios metros, que llevan las flores en la base, y que hay que dejar de unos 30 a 40 centímetros. Pero, además, dada su volubilidad, la glicinia necesita podas de formación cada 15 a 20 días en verano.
• El plumbago (P. capensis) que da flor en verano y otoño, requiere en primavera la poda de los vástagos del año anterior para incrementar la floración.
Fuentes [verdeesvida]