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La Gypsophila es un género que se encuentra compuesto por alrededor de 125 especies distintas de plantas, entre las que podrás encontrar especies anuales y vivaces, todas originarias de Asia y Europa. Se trata de plantas herbáceas, con hojas enteras, simples y opuestas, con una inflorescencia en panícula, corimbo o en cabezas involucradas. Por otro lado, las flores son regulares y están formadas por un cáliz acampanado con cinco dientes y una corola con cinco pétalos, diez estambres y un ovario. El fruto de la Gypsophila es una cápsula dehiscente con cuatro valvas.
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Son plantas sumamente interesantes, tanto para el macizo de flores, como para el arriate herbáceo, para colgar por un muro o para cubrir rocas y piedras en una rocalla. Por su enmarañada vegetación y su gran floración, donde se halle la Gypsophila creerá una explosión de color blanco o rosado realmente impresionante.
Existe una especie de la Gypsophila usada por los productores de flores y plantas para floristería, que se utiliza para adornar los ramos confeccionados. Esta especie se llama Gypsophila paniculata.
Cuidados culturales de la Gypsophila
El género Gypsophila se encuentra formado por plantas resistentes y de fácil cultivo, que no requieren grandes cuidados. Únicamente en cuanto a la calidad de la tierra si son un poco complejas, pues, aunque no sean totalmente calcícolas, agradecerán una cierta cantidad de cal en el suelo. Su plantación en terrenos de reacción ácida se encuentra totalmente desaconsejada; en ellos habrá que incorporar cal en cierta medida.
Es una planta a la que no le gusta que la trasladen de emplazamiento ni que la dividen para su reproducción. En algunas zonas, es conveniente colocarles un tutor para evitar que no acaben arrastrándose por los suelos. Una práctica necesaria consiste en eliminar en otoño toda la parte aérea de la planta, en las especies vivaces que no sean aquellas de rocallas.
Propagación de la Gypsophila
La Gipsófila anual se reproduce a través de semillas que puedes sembrar en el lugar deseado directamente, colocando las plántulas a una distancia de 30 cm de separación. Esta siembra puede llevarse a cabo tanto en primavera como en principios del otoño.
Las especies vivaces se pueden multiplicar a través de semillas o esquejes. Los esquejes, que deben obtenerse de tallos no floridos, se plantan en cajoneras a comienzos del verano. Este método es el más recomendable, ya que la siembra no siempre da los resultados esperados.
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En cuanto a las plagas o enfermedades, la Gypsophila es una planta tremendamente resistente, así que no debes hacerte problemas por ello.
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